miércoles, diciembre 24, 2008

Luciana

Es Navidad, no estoy feliz. Estoy lejos de mis amigos, de mi tierra y de mi hogar. Nueva York no me gustó: es fría y no le pertenece a ninguno de sus habitantes. Hardeeville, desde donde escribo, en Carolina, es una ciudad solitaria, si acaso califica como ciudad. Es un conjunto de cabañas, alejadas mucho una de las otras, al pie de la carretera N95. El trabajo es agotador. Nunca he trabajado, debe ser por eso, ya me acostumbraré, me consuelan por messenger las personas cercanas a mi.

Siempre esperé este post, lo hice para un trabajo que se presentaba en el colegio. Me gusta, es más, Luciana tiene la versión impresa colgando de su camarote, a la altura de sus pies, donde comienza esa su belleza que me tiene encarcelado: por eso no he tenido que esperar este turbio viaje para sentirme asi.


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Mi nombre significa "nacida en la primera luz".

Aunque no naci con los primeros rayos solares, pues nací un poco más tarde, a la 1:30 pm
la hora del almuerzo,

en mi familia creen que soy la luminosidad que les faltaba en sus vidas,

pero yo me rio porque no entiendo esa palabra

Luminosidad

y porque suena huachafo que me digan eso.

El nombre me lo puso mi hermana Romina, seguramente lo saco de alguna de sus telenovelas,

pero me gusta y le agradezco por eso y por todo.
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Este es el saludo que me envió Luciana. No pasen por alto la habilidad extorsionadora de mi hermana Romina, la voz en off del video. Luciana parece un Goku en miniatura con ese polo rojo. Pásenla bien esta noche buena, yo derrumbaré Hardeeville.
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Recomiendo este post (La navidad y el imperativo del amor) del profe Gonzalo Gamio.

lunes, diciembre 15, 2008

Nos volveremos a ver


“Travel is a vanishing act” 

(en el bloJ de Alberto Fuguet)


I.

–¡Luciana me dieron la Visa!! ––anuncio cuando la veo entrar––.

–Ya reiner mira ––me da su libreta de notas––. Vamos a ver mis trabajos ––abrió su folder de trabajos del último bimestre––.

–Luciana me han dado la Visa ––le repetí para sentirme, voluntariamente, un idiota––.

Yo llego alegre a la casa porque la cónsula estadounidense ––que se veía y hablaba como una digna hija de Hitler––, luego de unas pocas preguntas, me permitió entrar a su país desde diciembre del 2008 con su sola firma y Luciana, en su mundo de colores, me arremete empapelándome la cara con todos los trabajos que su miss Juanita le guarda en un folder con dibujo de Tazmania. Además, me pasó su libreta casi sin saber que era, sin importarle si por las letras (A, B o C) que habían dentro se iba ganar una llamada de atención o una felicitación por su desempeño académico.

Lejos de disminuir mi noticia a una especie de trivial informe de esos que salen en la sección Espectáculos de América Noticias (Edición matinal) y deprimirme por eso, me alegró que me enseñara sus trabajos ––los que hizo, y los que no, porque faltó dos semanas por varicela–– y me alejara por un rato de las mediocridades de mi vida.

Ok, me dieron la Vica o visa o cómo se llame ¿!y!? Si no me la daban ¿Cómo hubiera estado? Pues con el ánimo desnutrido, con ganas de nada. Luego de la reacción empapeladora de Luciana yo le dije:

–A mí las notas no me importan pero están bien, Lu ––que es mi forma de felicitar, como diría Paulo Autuori, “poniendo los paños fríos” a sus notas que de la letra A no bajaban––.

Al reverso de la libreta estaban las anotaciones y recomendaciones finales y siempre sospecho de ellas porque las profesoras en las libretas de notas, me parece que, como son varios alumnos, a todos le ponen casi lo mismo. Tal vez solo varía en que a uno le pone una coma más o una tilde por ahí, unas “felicitaciones” o un “sigue así”. Esta vez la profesora había descrito, con gran acierto, el comportamiento de Lu que yo había percibido igual que ella los últimos dos meses.

¡Muy bien! Luciana te has esforzado durante este tiempo y has demostrado ser responsable y que te gusta realizar tus trabajos sigue adelante.

–Éste no me faltó, éste no me faltó ¡oh! Éste me faltó ––discriminaba, Lu, entre todos sus trabajos––.

–Está probado que los que gatean tienen más facilidad en la escritura ––nos puso al día mi mamá con las últimas investigaciones científicas––.

– ¡Oh!, Luciana yo fui quien te enseño a caminar ––le dije culposo––.

–Ja ––con cara de “no entiendo” ––.

–O sea yo hice que tú ya no gatees.

Era verdad. Yo me propuse, antes que Luciana cumpliera el año de edad, que aprendería a caminar. No lo logré porque aprendió al año y un mes. Recuerdo que solo una vez dejé que se cayera y me sentí muy mal por verla llorar con tantos gritos.

–Y la mamá de Fiama me dijo “hay qué bonita tu historia del cuaderno Viajero”

– ¿Cuál, la primera o la segunda?

–La primera

–Je je ––reí poco pero en el fondo me reconfortó lo que dijo la mamá de Fiama, renombrada crítica literaria para mí desde ese momento. Volví a pensar que esta semana continuaba siendo una semana feliz, de esas pocas y raras semanas que uno tiene en la vida––.

Pero me voy a ir; cuando Luciana le dio menuda importancia a mi noticia, me devolvió a la tierra con sabor peruano que ahora dejaré.


II.

Cuasi-Desgarradora conversación en el micro (la transcripción está a continuación; si quieres dale clic al video y lo escuchas nomás) (Nótese mi actual pericia en la edición de videos)



GUIÓN:

– ¿Porque no quieres que me vaya de viaje? ––le pregunto––.

–Porque nooo

–Pero yo te voy a llamar todos los días

–Nooo

– ¿No te llamo?

–Nooo, no quiero que vayas

–Ya, yo te mando correos y te digo Luciana, hoy dia te he comprado uun…

– ¡No!, no me digas es un secreeto

–Ah verdad, una sorpresa jaja… ¿entonces qué, te llamo y qué te digo entonces? Te llamo y te digo Luciana hoy día he hecho esto y he trabajado así…

–No, no. No mira, me engañas porque porque si no voy a saber

– ¿Ah verdad te engaño entonces? ¿Te engaño?

–Sí, me dices que que que me compraste un teléfono

–Jaja

– ¿Ya? Pero pero era una zapatilla

–Jaja. O te digo hoy dia Luciana te he comprado… una hamburguesa

– ¡Ya!

–Pero te he comprado un Barney –plop–. O Luciana hoy dia te he comprado un edificio

–Pe pero no compres nada de ropa

– ¿No quieres ropa?

–No, no compres ah

– ¿Y para ti tampoco?

–Sí sí sí sí para mí sí

–Jaja. Ya pues para ti nomás compro, ¿para mí no ya? Yo me quedo calato allá

–Ahh jijijeje

–Ya y imagínate si te llamo y te digo Luciana te he comprado un edificio

– ¡Ya!

–Pero como el edificio no entra en la maleta tú me dices ¡mentiroso!

–Jaja

– ¿Y tú vas a ir a despedirme al aeropuerto?

–Yo te recojo con mi papá y con mi mamá… con mi hermana.

–Ya y pero también me vas a ir a dejar. Tú me vas a recoger en marzo…  pero me vas a dejar este diciembre no? o no?

– ¿Hoy día te vas a ir de viaje?

–Todavía el otro mes. ¿Pero tú vas a ir a dejarme, a despedirme, a decirme “chau reiner vuelve pronto”? ¿Tú vas a ir conmigo?

–Ya seé mira tú me mandas una carta y yo te mando una carta

–Ah buena idea

–Y le damos a el este… a el… al que entrega…

–Al cartero

–Ajá al cartero

–Yo le entrego el tuyo y tú le entregas el tuyo, entonces a mi me manda el mi… el tuuyo y yo te mando el mío

–Juju

–Y ahora va ser tuyo y ese va ser mío

– ¿Una vez nomás me vas a mandar? ¿O cuantas veces?

– ¿Yo te voy a mandar dos veces y tú?

–Cuatro

–Yo también cuatro

–Seis yo

–Yo también seis. Juju

–Ya y tengo que mandar así una carta que tenga perfume ¿ya? y tu lo vas a oler, qué rico vas a decir… O una carta que tenga…

– ¡Talco, talco!

–Uy allá hay mucho talco ah, no sabes. En Estados Unidos hay mucho talco

– ¿Qué?

–En Estados Unidos hay mucho talco

– ¿Qué? – eso ya fue joda–.

–Yo te mando uno con flores ¿ya?

–Yaa

– ¿Los dibujos de princesa también quieres?

–Sí

–Y le mando cartas a la gente a la familia ¿ya?

–Sí

–Una a la familia y otra pa´ ti. ¿Algo más quieres que te mande?

–Umm

– ¿Fruta?

–No, no me mandas unas malerinas y unas zapatillas

–Pero no te puedo decir eso pues ya me dijiste que te engañe nomás

–Ya lo sé

– ¿Te engaño nomás?

–Pero las dos cosas porque sabes qué yo no tengo valerinas

–Ah, yo te compro allá pe. Hay un montón allá Jeje ¿ya?

– ¡Y también una cartuchera y colores!

–Ya, y… algo, un juguete seguro te compro

–Ya, ya ya ya

–Pero no te voy a decir, te voy a engañar. Porque yo te digo Luciana, he comprado una llanta pero en verdad te compré cartuchera jeje.

–Y yo te digo aaah no mentiroso!

– “porque la llanta no entra en la maleeta”

–Ay jeje

–Ya, voy a pagar ¿ya? ––bajamos y desaparecimos entre los caminos sinuosos del parque Kennedy––.

 

III.

La culpa es mía. Ahora ya no me quiero ir. Quiero quedarme con Luciana y perseguir chicas todo el verano (estación que ahora no gozaré). Ya he pagado todas las cuotas del viaje y eso me obliga a volar del Perú hoy mismo, lunes quince. Será Carolina: Carolina del Sur. Tres meses. Desde que me dijeron que me iba a ese estado me está gustando el nombrecito. No voy a vivir solo. Voy a convivir con una chica furiosa que se hace llamar Vanessa Morales y con otra persona, de algún rincón del mundo, que allá conoceré.

¿Cómo quedará el bloJ? Todo está planeado. Apenas me instale y consiga una computadora allá empiezo a teclear lo que sea, donde sea. Difícilmente publicaré cada lunes. En el momento menos esperado habrá un post aquí. Me voy a desordenar y eso me parece saludable. No voy a ver a Lucianita así que postearé del recuerdo (porque recordar es volver a pasar sobre el corazón), de las experiencias indelebles con Lu, de mis apresuradas reflexiones, mis rajes y pullas a la pacharaca forma de crianza peruana, etcétera.

Muchos dicen que es un floro barato pero, en vista de estos tiempos de recesión económica, debo admitir que no ganaré grandes sumas de dinero, dólares calientes, nada: así que la misión en este viaje semi-lunar es conocer lo más que pueda la gloriosa cultura estadounidense: salir de mi mundo provinciano y dejar mi mentalidad sudamericana. Nuevas historias, nueva gente, peligros desconocidos que habrá que sortear. Es la primera vez que trabajaré, así que me costará comenzar en esas canchas internacionales.

Ahora me voy a ir a Carolina por todo el verano y voy a extrañar a los amigos pueblolibrenses, a los de la Pucp, a los de por ahí, a los que ya no veo, a la familia ––de la que nunca me he separado por tanto tiempo––. Pasaré la navidad quién sabe cómo. Y el año nuevo… bueno ese no importa.

(Lamento no haber alcanzado a entregarle a S. Patricia lo que mi ley cardíaca decidió que le pertenecía)

De Luciana sólo puedo decir que la extrañaré rabiosamente. Cada vez que en los últimos meses me animé a hablarle de mi partida lo hacía con miedo porque sé que me lo reprocharía: Ella se rebela contra mis razones de querer irme (“me voy por la experiencia; quiero ganar algo de dinero”, para Ella no es suficiente), Ella cree que está en mi decisión el no irme y me aterro al comprobar que es algo que ya escapó de mis manos, que, cuando en mayo comenzó mi aventura de averiguar agencias de viaje muy animosamente, todas esas ganas iniciales ahora han carcomido mi vida, la engulleron. Debo dejar que pase así.

Ella, sin embargo, me ha ayudado a hacer las maletas, se ha recostado encima de ellas, se ha tomado fotos conmigo porque ya me voy, me ha pedido que no me vaya, he intentado bromearle para pasar esos malos ratos, se ha apenado muchas veces al pensar que no estaré en las fechas navideñas que vienen y que le entusiasman tanto, tal vez no calcula como yo que tres meses sin verla va a ser demasiado tiempo. Y, claro, me ha pedido regalos, los más frívolos del mundo: que yo le compraré con mucho gusto, diría que poseído por el consumismo norteamericano que allá respiraré.

Sería estúpido despedirme de mis pocos fieles lectores ya que un bloJ, en su esencia primera, es una despedida perpetua: cada lunes desaparezco y reaparezco; esto, además, me perseguirá mientras exista el Internet; así que lo que ahora escribo es un manifiesto para la familia, amigos y personas que ahora me faltaran: los extrañaré.

Este es un primer informe de la ausencia de todos ellos… especialmente la de Lu, a quien le debo siempre, y siempre termina siendo todo, y todo es lo que acompaña a la nada y nada es lo que antes de ti, Lu, era yo.

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Esta canción se llama Nos volveremos a ver: está hecha para este post. “Nunca hay un adiós total”, empieza Calamaro.



Para cerrar, el flacuchento y envejecido Daniel F no cree en las Distancias, algo se mantiene para él. Yo no comparto con él eso, pero la canción es notabilísima. 

lunes, diciembre 08, 2008

La buena voluntad

“Ah, de seguro no vieron el tacho de basura”

(Luciana, que aun no conoce la inmundicia humana. Frase dicha frente a una envoltura de tortees abandonada en la calle)


Alguien llora. Ahora se ríe. Vuelve a llorar. ¿Será Luciana? Imposible, nunca me despierto tan temprano como para verla antes de partir al cole. Parece que está llorando un hombrecito. Un pedazo de hombrecito, un retaco, un enano.

Luego de cavilar esas cosas en mis sueños, abrí los ojos. Sin completar el bostezo natural de cada mañana, cual rinoceronte abriendo el hocico, pregunté / grité

-¿Quién llooora?
-No, no es Luciana - se apresura a decir mi madre-.

Menos mal, pensé para mis adentros, que ya se iban despertando. Miam miam, hacía con mis labios.

Ese día estuve leyendo desde las 9 am hasta las 12 m, o sea toda la mañana que me fue posible respirar despierto. Alex, el gordo bebé-vecino, se quedó en mi casa porque Marita, su mami, tenía que terminar unas diligencias en el CC Gamarra. Leía una novela en la mesa de la sala. Alex y mi mamá estaban en mi cuarto viendo tele, sólo ella, y jugando, sólo él. El enano todavía no habla bien y sigue en su fase de
tata tata gugu mamaaaa. Creo que lo inducen a eso sin darse cuenta. No sé. A veces veo que lo tratan como taradito, como me trataban a mí de crío. ¡Claro! ¡cómo no lo ví! El pecado original es ese: vendrás al mundo a ser tratado como un demente cuanto no quieras y no os darás mucha cuenta. El pecado original somos nosotros los “adultos” (categoría que Luciana me imputa). Y no se quita con ningún sacramento o bauticito bien organizado, ni con padrinos híper-católicos, que suelen ser los más caóticos. En mi caso tuve padrinos que nunca lo fueron, o lo fueron desde otro continente y sólo en Navidad cada dos años cuando venían, pero no les guardo rencor porque gracias a aquella madrina, que mandaba cartas seguidamente a la casa, siento que di el primer paso (imperceptible) para izarme como el escribidorsuelo que ahora soy. Ahora sigo su ejemplo: mando cartas que vuelan con mi cariño impreso. Es la fractura necesaria para escribir. Por lo que le guardo un extraño buen recuerdo.


Decía que Alex se pasó la mañana en mi casa. Hacía bulla, mucha bulla. No me podía concentrar pero se necesita más para que yo pierda los estribos. Y difícil que suceda con ese bebé-vecino. Pero, déjame leer ¡hostias! Mamá por qué eres tan buena. Si yo fuera tú, no albergaría chamacos en mi casa ni por un minuto. Cerraría las cortinas y apagaría la luz, me escondería cínicamente, si alguna madre-vecina me viniera a pedir que cuide a sus retoños.

Sobre las doce llegó Marita y se puso a "lorear" con mi madre. Cuando terminé de ducharme me preguntó si quería recoger a Luciana del cole. Le dije que sí automáticamente, debe ser una de las cosas que hago sin meditar,
a priori: recogerla del colegio. Tal vez meditaría si su colegio quedara lejísimos pero está a un paso, al frente de mi casa. Celebro eso ya que nos ahorramos usar la movilidad escolar, de la que tengo mis reparos. De paso, aprovecharía en comprar un cuaderno nuevo y un Axe en Jesus María. Tal vez Luciana se animaba y me acompañaba.

[…[

–Toma, toma y toma - me decía Luciana mientras me ponía su lonchera en la mano, su casaca en la otra mano y su cuaderno de control entre mis rodillas.

Luego camino a la salida, me acomodé las cosas y la seguí. En la puerta, le pedí la mano para que cruzara conmigo. ¡Bah! agarrándole la mano y conversando es la manera en que hago las cosas para que no me pida que le compre dulces. Algunas veces me ha resultado y esta vez no fue así. ¡
Compra, compra!, y me jaló hacía el golosinero.

–Vamos a la tienda – le dije y Ella opuso resistencia –.
–No, acá nomás compra – un argumento lógico –.
–Vamos a la tienda – insistí –.

Acepto que cometí un error. Debí decirle
vamos a la tienda porque quiero comprar mi cuaderno y de paso te compro algo. Debí hablarle completo. Me he terminado por parecer mucho a mi padre. Él siempre me llamaba así:

-Hijo, ven.
-¿Para queeé?
-Ven.

Terminaba por ir molesto o por no ir. Generalmente era para pasarme una pierna de pollo que él me guardaba de buena voluntad. Siempre ha sido muy desprendido y nos ha repetido
yo por ustedes, hijos, dejaría de comer. Yo le creo.

Las contadas veces que Luana me ha hecho pataletas a las afueras del Cole yo he optado por no hacerle caso (admito que alguna vez la cargué cuando no quiso cruzar la pista). Ya le he explicado que a veces no tengo dinero y no le compro nada; que a veces sí tengo dinero y le compro algo. Ese es el imperativo con el que, mal que bien, Luciana sabe controlar sus pedidos excesivos. De hecho que le jode que no le compre nada. En esta oportunidad se enojó porque la quise llevar hasta la tienda para facilitarle una golosina -que a mamá no le gusta que le compre antes del almuerzo porque se llena y no come- sin decirle nada. Sin retroceder en su orgullo de bebé me dijo ¡no, ya vamos a la casa!

Le abrí la reja, le devolví sus cosas y la vi entrar sola. Yo fui solo a Jesús María para comprar un cuaderno y un Axe Chocolate. La vida transcurría normal, acompasada, previsible en mi caminata por esa zona comercial. De pronto, tres guirnaldos jovencitos de trajes azuletes obstaculizaron mi aburrido camino. Me chantajearon.

–Amigo, ¿nos colaboras? – y eleva el cilindro de las limosnas –.
– ¿Qué es eso? – indagué –.
–Es para que colabores. Vas ayudar a 2 millones de niños.
– ¿Tú crees? – e hice el ademán de sacar monedas –.

No acostumbro colaborar con esas causas. En los micros pocas veces soy solidario con las peticiones que hacen esas personas, no soy de conmoverme (lo que tal vez me preocupa). Debo admitir que el "espectáculo" que brindan a ido mejorando últimamente –ha de ser por la competencia y el libre mercado– pero desconfío del paradero que vayan a tener mis fondos.

– ¡Lo que vale es la intención! –pontificó el primer niño mientras su amigo despegaba un estiquer de una plancha de pega-pegas rojos. Esos clásicos estiqueres de “Yo ya colaboré” –.
– Ja ja – la buena intención. "Lo único bueno sin restricción es la buena voluntad", recordé mis clases de Ética–. No, no quiero, gracias –le dije al segundo niño: no necesitaba ese premio en forma de estiquer, no necesito ningún premio–.
–Uuuy tiene miedo –dijo el tercer niño cuando ya nos alejábamos. No entendí eso. Pero luego de escucharlo sí le tuve miedo–.

¿Quién tiene buena intención? Yo, que pienso colaborarte no sé porqué, o tú, que dejas tus clases bajo pretexto de hacer la colecta –yo también he sido alumno–. Es evidente que ninguno, papay.

Apuré el paso. Crucé la avenida Brasil, dos cuadras más y ya estaba en la calle donde vivo. Observé a lo lejos que el golosinero estaba cerrando sus cajas de chicle, caramelo, galletitas, etc. Me acerqué y le pedí
algo de cincuenta céntimos (que fue lo que me sobraba luego de gastar en mis utensilios de aseo personal). Sólo me alcanzó para un Pokeké. Entré y busqué a Luciana para regalarle el chocolate pero escapó, aún resentida, hacia su cama y desapareció bajo su arrugada colcha amarilla.

Dejé el
pokeké sobre la biblioteca para que mi madre se lo diera cuando acabase la comida y me fui […[ Hasta hoy, el pokeké sigue ahi, en lo alto, donde Ella no puede llegar, como un trofeo que no se marchitará, una meta que debe buscar y no alcanzará; esa es la buena voluntad, una flor imperecedera, que, yo creo, los nenes no van a poseer, salvo cuando Luciana me sorprende con sus abrazos furibundos que los siento en menor cantidad a medida que va creciendo.

VIDEO: Chicle, cigarrillo, caramelo, compre cacerito por favor, de Miki G. Recuerdo a mi madre tararear esta canción cuando yo aun ni tenia uso de razón.


miércoles, diciembre 03, 2008

Payuelas. Episodio II


"reiner, ¿sabes qué?, mira, en el celular de Romina no se ha ido la luz mira".

(Luciana, observadora)


Habíamos dejado las acciones en el noveno día...

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DÍA X

Sábado. Desperté tarde y me balanceé al ordenador. Debía un libro en la biblioteca (un libro aburridísimo de Principios de Economía que me engaño pensando que en algún momento del semestre abriré). Almorcé en casa, hablé un poco con Luciana y me marché a devolver el libro e intentar avanzar un poco otras lecturas aprovechando el manso tañer de los pastizales llenos de venados. Me encontré con una amiga, Caty, que me dijo, creo que sobre-excitada, que era su blogger favorito. Le agradecí y le dije que la tendría en cuenta en algun post, a manera de agradecimiento por su efusiva congratulación. Así, Luciana sabría quienes eran nuestros hinchas cuando leyera –en unos lustros más– este post pero Caty me lanzó una pedrada (involuntaria) cuando, al despedirse, me dijo, feliz ella, ¡tienes que invitarme a tus noches vírgenes, quiero conocer a ese tal Melón! (había confundido mi segundo bloJ, donde cuento mentira tras otra solo para levantar mi alicaído ego, con este tan rosadito bloJ). Maldita, cuando te vea te pondré cabe con mis piernas largas y te tiraré al suelo, ya veras, pensé. En la noche, Perú jugó un partido fuera de lo común –lleno de garra– contra Venezuela, la favorita (¿cuándo lo ha sido? Nunca, con Perú, nunca, me arengo solo). Esa noche hice dormir a Luciana con menos costras, ahora las heridas las esperaba yo y todo el país, el miércoles siguiente, cuando Argentina, con Messi y Co., dieran una vuelta por el Monumental.

DÍA XI

Lunes de posT. Clases todo el día en la universidad. Desde las ocho am con Néride Sotomarino en Economía hasta las tres de la tarde con el maestro Gamio en Ética. Almorcé, y a publicar mi posT más difícil ("Poema"). Je. Un poco de lecturas extras y volví de noche. Otra vez hice dormir a Luciana. Hacer eso, ya varios días seguidos, me quitaba tiempo y me irritaba.

DÍA XII

Martes. Hoy Luciana está con menos huéspedes rojos. No sólo avanzó la mejora en su rostro, sino que la constelación pruriginosa de su espalda era menos intensa. La vuelta al colegio ya tiene fecha: el próximo lunes. Quise advertirle a Luciana que cuando vuelva al cole dejaría de hacerla dormir ya que, por las quejas de mi madre, Luciana, conmigo, no dormía rápido. Debía dormir antes pero yo la hacía reír mucho con mis ocurrencias de medianoche (que consisten en poner cara de mongo feliz y pronunciar la frase ¿Y tú cómo te llamas?, patentada por Machincito a finales del gobierno de Fujimori).

DÍA XIII

Miercoles. Clases desde temprano. Néride faltó a su clase de las ocho am, ella es de las profesoras que cierra la puerta a las 8:10 y asusta a los alumnos que osan entrar tarde. Cómo una semana atrás me dijo: la próxima que llegues tarde, por favor, no entres, educada la mujer, me encantaría que fuese mía, es decir, mi abuela. Se abrió la posibilidad de asistir al Perú-Argentina de esa noche pero terminé por dar mi palabra para el clásico del domingo que venía. Volví a mi casa temprano para dormir un rato antes del match deportivo. No había nadie, sólo una nota que decía: Papito, no hemos ido al Callao, recógeme a las siete. Luciana, tu hijita. Supuse que mi viejo no la había leído y lo llamé. Le informé de la nota y le pedí que, antes, pasara por mí para ir juntos al Callao, donde mi tía Natalia albergaba a mi hermana y a mi progenitora.

Para hacer una presentación a vuelo de pájaro, la tía Natalia había perdido un año antes a Emilio, su esposo, y sus dos hijos varones habían volado de la casa buscando climas diferentes (uno goza de los placeres tropicales de Ucayali y el mayor el del cálido Florida, que pronto conoceré en su pequeña inmensidad: Sannibel). Actualmente, vive con sus dos hijas: Pilar y Flor, esta última es madre de dos criaturas bellas y juguetonas, como esa tarde me demostrarían: Daniela y Alessandra. Volvimos en la noche y quise explicarle a Luciana lo que era la democracia, pero me fui a ver el heroico partido de Perú con Argentina.

DÍA XIV

Jueves. Despierto con un mensaje de texto: reiner a las once vamos a comprar las entradas. Ya. Estudié un rato mientras Luciana miraba sus dibujos inanimados del 37. A las dos pm encontré a Christian quien me acompañaría hasta el Lolo Fernandez -viejo recinto crema- a comprar las entradas del Clásico del domingo. Sólo conseguimos la re-venta de manos de un señor que parecía borrachín porque no completaba las palabras que pronunciaba, como un borrachín. A las 4 regresé, Luciana se acordó que a las cinco transmiten Pataclaún y nos pusimos a ver. No salió Monchi así que fue aburrido para Ella. Por la noche, Romina, derrochadora siempre, compró el quinto celular de su vida. Fue un RPM que está de moda y que sospecho no tardará en perder como el anterior. Sin embargo, algo bueno fue que aprovechó su paso por Ripley para comprar una nariz celeste Unicef, esas que ayudan a los niños pobres. Echados, pero sin intención de dormir, Luciana escuchó mi cuento, que le advertí era real, sobre los niños pobres que eran ayudados por Unicef. Algo entendió, sospecho yo.

DÍA XV

Viernes. Lu fue al doctor temprano, fue la número uno en la cola y se alegró por eso pero terminó aburriéndose porque la doctora no la quiso atender hasta las 12 en punto, hora real de su cita. Le habían salido otros granitos dentro de la boca. Le dieron unos jarabitos y listo. Volvió del hospital con unas plastilinas y estuvo jugando con ellas mientras almorzábamos juntos. Volví a la universidad por mis clases de la tarde (Lengua General y Deportes). En la noche durmió con mi mamá.

DÍA XVII

Sábado. Visitamos el Centro Comercial Las Malvinas con Lu, mi viejo y mi tío. Estábamos allí porque queríamos vender los cargadores de todos los celulares que habían tenido nuestra familia y otras cosas más. Acertadamente, el alcalde de Cercado de Lima, o algún ayudante pensador suyo, habían elucubrado la genial idea de construir una alameda con juegos algo distractores para los niños. Había puestos ambulantes y cómo nunca creí que haría, allí estaba yo, comprando un Triple para mí y un Frugos para Lu. Por la tarde nos visitó Rosita, la nieta de mi madre.

Escóndete, escóndete que ahí viene- le decía Lu a Rosita y se escondían cuando llegaba mi papá. Yo pensaba: Si por requintarlas tan acaloradamente, como hizo mi viejo, me van a engañar entonces prefiero dejar que conversen hasta que se queden secas.

-Ya, si se ríen mucho van a sudar mucho -les dije desafiante y apagué la luz-.

-¿Tu estas despierta cuando te echas en tu cama? –preguntó Luciana.

-A veces estoy despierta y a veces me duermo – contestó Rosita.

-En cambio yo toda la noche sueño, despierto, sueño, despierto porque yo quiero dormir con mi mamá.

DÍA XVIII

Domingo de clásico. Rosita se fue temprano (bueno, a las doce aún es temprano). Le rogó a su mamá por quedarse un ratito más pero ella no aceptó. Tienes que hacer tareas, hijita, le dijo. Yo debía partir al clásico en ese mismo momento. ¡Hoy gana la crema!

[…[

Vuelvo a mi ordenador. La crema no ganó. Perdimos en dos minutos el 1-0 a favor que iba siendo logrado con diez hombres. Dos amigos, con los que fui, me gritaron en mi cara cada gol, cada punzada. Volví a casa triste y Luciana me recibió corriendo hacia mí y dejando que la cargue. Tan risueña Ella hace tiempo que no me recibía así. Yo, malvado, no le inventé un cuento esa noche, a pesar que me pidió que le repita el del Perro Azul.

DÍA XIX

Lunes. Para efectos prácticos éste es el último día que las payuelas molestaron el cuerpecito, las actividades y, en general, la vida de mi pequeña hermana. Este día, Ella volvió al colegio con una ilusión que me sorprendía (y me cuestionaba). Le contamos las diminutas costras que le quedaban y eran nueve. Cinco en el vientre y cuatro en la espalda.

La enfermedad que pasaba una vez en la vida, la había arreciado, la había inmunizado, ahora sí de por vida luego de dieciocho días sin mayor contacto humano. Es curiosa la figura de dos semanas de encierro contra el resultado de toda una vida protegida contra eso mismo. Esta etapa pequeña nos dejaba el alivio de haber quedado inmunizados por toda la vida para nosotros mismos, para nuestros regalos, cariños y besos salpicados, que serán en mayor cantidad que las payuelas aleccionadoras.

lunes, diciembre 01, 2008

Payuelas. Episodio I


"... entonces yo sola me cuento un cuento... y tú no regresas nunca más".
(Luciana, molestasa)


La última semana de agosto del corriente, en Luciana empezaron a erupcionar puntos rojos que no se esclavizaban con ninguna cremita boba de mamá. Hecho contagioso que no podíamos esconder tratándose éste de un bloJ más contagioso aún y que, lo advierto, no le tiene miedo a ningún virus que venga del ambiente enrarecido en el que nos ha tocado vivir.

Dicen que uno se debe alegrar si a un niño lo acosan estos males cuando aún no ha dejado esta etapa. Ya de jóvenes y/o adultos resulta tortuoso pasar por esta enfermedad: la varicela. Pero es sumamente terrorífico cuando ves a la niña en cuestión (en este caso, Lu) rascarse y resobarse los granitos para luego relamerse las heridas que se hace involuntariamente o quejarse más (como sucedió los días primeros). Tal vez si le aparecía en unos años más le hubiera sido más fácil contenerse y aceptar mis consejos de “si te pica, no te rasques, sólo hazte cariñito con las yemas de los dedos”. Obedecer eso, a sus cuatro prematuros años, parece imposible.


En mi caso, estoy seguro que he padecido tal enfermedad dos veces en lo que va de mi vida. No miento, dos veces se me ha diagnosticado, dos veces se me han manifestado esas manchas a nivel de la epidermis (no sabiendo yo cual fue la verdadera). Tal vez deba expandirme un poco más en esto para no quedar como un mentiroso pero creo que bastará con este escueto párrafo. Ahora, si pienso que dos veces la he tenido, es posible también que no la haya tenido nunca. Eso sólo lo sabré en 15 días más, cuando el virus
Varicelus luscianita haya incubado perfectamente en mi ser.

DÍA I

Jueves. Ese día Luciana tuvo cita con el doctor. El programa se llama “Niño sano” y, al parecer, no estaba tan sana como se le veía. Bah!, Y ¿quién lo está?

DÍA II

Viernes. Salió temprano del colegio pero no la pude ver más que en el almuerzo. Ella estuvo viendo tele echada en la cama. Luego me desaparecí hasta la madrugada y no puedo dar testimonio de las actividades lucianíricas de este día.

DÍA III

Sábado. Desperté a las once pero desde las ocho había escuchado la televisión prendida en Discovery Kids porque Luciana veía sus dibujos extasiada (que me parece una mala costumbre). Le dije para jugar “La niña que va al doctor porque tiene varicela”. Yo me ofrecí como “la niña” y a Ella le dije que sea la doctora pero Ella, aguafiestas, me dijo que no. Horas después:

–Yo quiero que me contagies –– le dije y pegué mi cachete al suyo––.
–Noo tú ya has tenido –– me salva Ella––.
–Ah sí, yo ya tuve. Entonces te puedo dar muchos besitos –– y la ataqué––.

DÍA IV

Domingo. Todavía con sueño, interrumpí mi reposo a las 9 am para ver
Mulán. Mi cuarto es oscuro, y a esas horas aún más. Luciana estaba a mi costado. No acabamos de ver la película porque cambiamos de canal. Cuando nos levantamos y fuimos a un lugar más iluminado constaté que los gránulos rojos se habían multiplicado en el acaramelado cutis de Luciana, alojándose como hormigas en su frente. En la tarde, sentí una picazón a la altura del fémur. Era por un grano hipopigmentado que me hizo dudar, ¡no puede ser!, es muy pronto, carajo.

DÍA V

Lunes. Era día de cole pero para Luciana era semana sin cole. Es mejor que no se mueva de la casa ya que en su cole no la podemos controlar si se quiere rascar. Aclaro eso, porque no es que queramos proteger a sus otros amigos de la varicela. En verdad, el brote en su salón había empezado con su amigo Luis Guillermo, él es el culpable.

Esa mañana, Steyci, la vecina de 7 años se quedó con Luciana porque su movilidad no había llegado y su mamá no estaba. Ella me parece muy chinchosa, lo único que hizo fue acusar a Luciana por meras tonteras(
señora Luciana ha dicho lisuuuras, dice Steyci); luego Luciana se contagia de su afán acusador. Por la noche, me di cuenta que Luciana era más tranquila de lo que pensaba, no era una niña pruriginosa y solo necesitaba una cremita Fenistil Gel para pasar una noche como cualquiera: volteando y desvolteándose en su cama.

DÍA VI

Martes.
Hoy he jugado con mi muñeca, también he abierto la puerta, he escuchado mucha música, también he jugado. Mi mamá le compró (ropa nueva) a mi bebé, me cuenta porque no pasé el día en la casa. Llegué en la noche y el equipo estaba prendido con una canción cumpleañera, supuestamente era el cumpleaños de su “hija” (muñeca “Doctora Gaby”), era todo evidente, pero cuando se lo pregunté, Ella me lo negó. Fue una buena idea celebrar el cumpleaños de su muñeca, una buena forma de escapar del aburrimiento. Un rato más tarde, en su cama me contó hoy fue el cumpleaños de mi hija.

-Y ¿por qué no me dijiste antes?
-Porque me olvidé.
-Ahh, eso es muy grave.

DÍA VII

Miércoles. Según la enciclopedia wiki por estos días ya debería empezar a desaparecer las payuelas pero yo recién veo que han cicatrizado exitosamente. Hasta hoy, conozco tres gránulos que han sido decapitados por Ella misma. Dos de los cuales están a la altura de su frente y el tercero en su blanco pechito.

DÍA VIII

Jueves. Podría sacar un post entero de este día. Y es que sucedió algo que con Lu me ocurre cada vez que quiero estudiar: no puedo. Estuve toda la tarde traspapelado y confundiendo los significados de la virtud aristotélica gracias al libro primero de Ética Nicomaquea y a las innumerables interrupciones de mí hermana menor con varicela. Felizmente pude aprobar el examen esa tarde (tal vez el parecido de la jefa de práctica con
Kirsten Dunst ayudó mucho a elaborar una definición más argumentada de lo que es la Virtud). Esa noche, Luciana se durmió conmigo escuchando suavemente la pegajosa YMCA. Y baste con lo dicho sobre estas cosas de este día octavo, como decía el viejo Aristóteles.

DÍA IX

Viernes 5 de setiembre. Cumpleaños de la prima Edith del Carmen (EdiCarmen). Para una niña con varicela es peligroso salir a la calle ya que en ese período tiene las defensas rebajadas (casi tanto como la selección peruana) y cualquier exposición sin el cuidado debido puede desatar una serie de complicaciones que de pensarlas se ven ridículas siendo algo que se puede prevenir. Al menos así me explicaron el porqué de que Luciana no pudiera ir a celebrar con su prima que cumplía quince ese día. Sin embargo, bien abrigada, Luciana logró colarse en la reunión familiar que hizo Edicarmen, la niña que ya no lo era (y hace tiempo). Jugando al Wii y peleando con Lu por el uso de uno de los controles noté que una costra estaba colgando. Le avisé a mi madre y ella me dijo
ya está en los días que se le tiene que caer.


To be continued...
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En un par de días cuelgo la última parte. Estos son días de examenes insolentes e impasables.
 
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