miércoles, diciembre 03, 2008

Payuelas. Episodio II


"reiner, ¿sabes qué?, mira, en el celular de Romina no se ha ido la luz mira".

(Luciana, observadora)


Habíamos dejado las acciones en el noveno día...

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DÍA X

Sábado. Desperté tarde y me balanceé al ordenador. Debía un libro en la biblioteca (un libro aburridísimo de Principios de Economía que me engaño pensando que en algún momento del semestre abriré). Almorcé en casa, hablé un poco con Luciana y me marché a devolver el libro e intentar avanzar un poco otras lecturas aprovechando el manso tañer de los pastizales llenos de venados. Me encontré con una amiga, Caty, que me dijo, creo que sobre-excitada, que era su blogger favorito. Le agradecí y le dije que la tendría en cuenta en algun post, a manera de agradecimiento por su efusiva congratulación. Así, Luciana sabría quienes eran nuestros hinchas cuando leyera –en unos lustros más– este post pero Caty me lanzó una pedrada (involuntaria) cuando, al despedirse, me dijo, feliz ella, ¡tienes que invitarme a tus noches vírgenes, quiero conocer a ese tal Melón! (había confundido mi segundo bloJ, donde cuento mentira tras otra solo para levantar mi alicaído ego, con este tan rosadito bloJ). Maldita, cuando te vea te pondré cabe con mis piernas largas y te tiraré al suelo, ya veras, pensé. En la noche, Perú jugó un partido fuera de lo común –lleno de garra– contra Venezuela, la favorita (¿cuándo lo ha sido? Nunca, con Perú, nunca, me arengo solo). Esa noche hice dormir a Luciana con menos costras, ahora las heridas las esperaba yo y todo el país, el miércoles siguiente, cuando Argentina, con Messi y Co., dieran una vuelta por el Monumental.

DÍA XI

Lunes de posT. Clases todo el día en la universidad. Desde las ocho am con Néride Sotomarino en Economía hasta las tres de la tarde con el maestro Gamio en Ética. Almorcé, y a publicar mi posT más difícil ("Poema"). Je. Un poco de lecturas extras y volví de noche. Otra vez hice dormir a Luciana. Hacer eso, ya varios días seguidos, me quitaba tiempo y me irritaba.

DÍA XII

Martes. Hoy Luciana está con menos huéspedes rojos. No sólo avanzó la mejora en su rostro, sino que la constelación pruriginosa de su espalda era menos intensa. La vuelta al colegio ya tiene fecha: el próximo lunes. Quise advertirle a Luciana que cuando vuelva al cole dejaría de hacerla dormir ya que, por las quejas de mi madre, Luciana, conmigo, no dormía rápido. Debía dormir antes pero yo la hacía reír mucho con mis ocurrencias de medianoche (que consisten en poner cara de mongo feliz y pronunciar la frase ¿Y tú cómo te llamas?, patentada por Machincito a finales del gobierno de Fujimori).

DÍA XIII

Miercoles. Clases desde temprano. Néride faltó a su clase de las ocho am, ella es de las profesoras que cierra la puerta a las 8:10 y asusta a los alumnos que osan entrar tarde. Cómo una semana atrás me dijo: la próxima que llegues tarde, por favor, no entres, educada la mujer, me encantaría que fuese mía, es decir, mi abuela. Se abrió la posibilidad de asistir al Perú-Argentina de esa noche pero terminé por dar mi palabra para el clásico del domingo que venía. Volví a mi casa temprano para dormir un rato antes del match deportivo. No había nadie, sólo una nota que decía: Papito, no hemos ido al Callao, recógeme a las siete. Luciana, tu hijita. Supuse que mi viejo no la había leído y lo llamé. Le informé de la nota y le pedí que, antes, pasara por mí para ir juntos al Callao, donde mi tía Natalia albergaba a mi hermana y a mi progenitora.

Para hacer una presentación a vuelo de pájaro, la tía Natalia había perdido un año antes a Emilio, su esposo, y sus dos hijos varones habían volado de la casa buscando climas diferentes (uno goza de los placeres tropicales de Ucayali y el mayor el del cálido Florida, que pronto conoceré en su pequeña inmensidad: Sannibel). Actualmente, vive con sus dos hijas: Pilar y Flor, esta última es madre de dos criaturas bellas y juguetonas, como esa tarde me demostrarían: Daniela y Alessandra. Volvimos en la noche y quise explicarle a Luciana lo que era la democracia, pero me fui a ver el heroico partido de Perú con Argentina.

DÍA XIV

Jueves. Despierto con un mensaje de texto: reiner a las once vamos a comprar las entradas. Ya. Estudié un rato mientras Luciana miraba sus dibujos inanimados del 37. A las dos pm encontré a Christian quien me acompañaría hasta el Lolo Fernandez -viejo recinto crema- a comprar las entradas del Clásico del domingo. Sólo conseguimos la re-venta de manos de un señor que parecía borrachín porque no completaba las palabras que pronunciaba, como un borrachín. A las 4 regresé, Luciana se acordó que a las cinco transmiten Pataclaún y nos pusimos a ver. No salió Monchi así que fue aburrido para Ella. Por la noche, Romina, derrochadora siempre, compró el quinto celular de su vida. Fue un RPM que está de moda y que sospecho no tardará en perder como el anterior. Sin embargo, algo bueno fue que aprovechó su paso por Ripley para comprar una nariz celeste Unicef, esas que ayudan a los niños pobres. Echados, pero sin intención de dormir, Luciana escuchó mi cuento, que le advertí era real, sobre los niños pobres que eran ayudados por Unicef. Algo entendió, sospecho yo.

DÍA XV

Viernes. Lu fue al doctor temprano, fue la número uno en la cola y se alegró por eso pero terminó aburriéndose porque la doctora no la quiso atender hasta las 12 en punto, hora real de su cita. Le habían salido otros granitos dentro de la boca. Le dieron unos jarabitos y listo. Volvió del hospital con unas plastilinas y estuvo jugando con ellas mientras almorzábamos juntos. Volví a la universidad por mis clases de la tarde (Lengua General y Deportes). En la noche durmió con mi mamá.

DÍA XVII

Sábado. Visitamos el Centro Comercial Las Malvinas con Lu, mi viejo y mi tío. Estábamos allí porque queríamos vender los cargadores de todos los celulares que habían tenido nuestra familia y otras cosas más. Acertadamente, el alcalde de Cercado de Lima, o algún ayudante pensador suyo, habían elucubrado la genial idea de construir una alameda con juegos algo distractores para los niños. Había puestos ambulantes y cómo nunca creí que haría, allí estaba yo, comprando un Triple para mí y un Frugos para Lu. Por la tarde nos visitó Rosita, la nieta de mi madre.

Escóndete, escóndete que ahí viene- le decía Lu a Rosita y se escondían cuando llegaba mi papá. Yo pensaba: Si por requintarlas tan acaloradamente, como hizo mi viejo, me van a engañar entonces prefiero dejar que conversen hasta que se queden secas.

-Ya, si se ríen mucho van a sudar mucho -les dije desafiante y apagué la luz-.

-¿Tu estas despierta cuando te echas en tu cama? –preguntó Luciana.

-A veces estoy despierta y a veces me duermo – contestó Rosita.

-En cambio yo toda la noche sueño, despierto, sueño, despierto porque yo quiero dormir con mi mamá.

DÍA XVIII

Domingo de clásico. Rosita se fue temprano (bueno, a las doce aún es temprano). Le rogó a su mamá por quedarse un ratito más pero ella no aceptó. Tienes que hacer tareas, hijita, le dijo. Yo debía partir al clásico en ese mismo momento. ¡Hoy gana la crema!

[…[

Vuelvo a mi ordenador. La crema no ganó. Perdimos en dos minutos el 1-0 a favor que iba siendo logrado con diez hombres. Dos amigos, con los que fui, me gritaron en mi cara cada gol, cada punzada. Volví a casa triste y Luciana me recibió corriendo hacia mí y dejando que la cargue. Tan risueña Ella hace tiempo que no me recibía así. Yo, malvado, no le inventé un cuento esa noche, a pesar que me pidió que le repita el del Perro Azul.

DÍA XIX

Lunes. Para efectos prácticos éste es el último día que las payuelas molestaron el cuerpecito, las actividades y, en general, la vida de mi pequeña hermana. Este día, Ella volvió al colegio con una ilusión que me sorprendía (y me cuestionaba). Le contamos las diminutas costras que le quedaban y eran nueve. Cinco en el vientre y cuatro en la espalda.

La enfermedad que pasaba una vez en la vida, la había arreciado, la había inmunizado, ahora sí de por vida luego de dieciocho días sin mayor contacto humano. Es curiosa la figura de dos semanas de encierro contra el resultado de toda una vida protegida contra eso mismo. Esta etapa pequeña nos dejaba el alivio de haber quedado inmunizados por toda la vida para nosotros mismos, para nuestros regalos, cariños y besos salpicados, que serán en mayor cantidad que las payuelas aleccionadoras.

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