viernes, mayo 08, 2009

Factor distractor


Es semana de exámenes parciales: siguiendo mis costumbres pseudo-académicas debería aislarme del mundo y aplicarme a repasar las lecturas que, se supone, he leído a lo largo de esta mitad de semestre. Pero no he leído todas de tales lecturas universitarias, pues he invertido mis horas en revisar un poco de poesía peruana, por eso los parciales demandan que me encierre en mi habitación, olvide el mundo y, de paso, me proteja de esa extraña gripe de las noticias, que yo creo no llegará a mi casa.

A pesar de que sólo llevo dos cursos, y el lunes acabé con Filosofía Antigua, he dejado las lecturas de Comunicación Social para un día antes del examen. Esa tarde de martes, estando solo en la casa, aprovecho para concentrarme en las lecturas y rellenarlas de pintas verdes con el resaltador. Luciana está paseando en la calle con mi mamá, y mi soledad me hace feliz: se respira libertad en la casa y utilizo el escritorio de Romina para terminar Homo Videns de Sartori.

Pero abren la puerta, Luciana y mi madre han llegado y sé que la bulla se instalará pronto. Luciana entra al cuarto y me saluda con un fuerte abrazo y yo la paporreteo de besos bajo la oreja. Yo no la quiero soltar, pero lo hago cuando siento que se cansa de saludarme y la dejo ir. Seguramente prenderá la televisión para “reblandecerse” con las masajeadoras imágenes, como dice sabiamente Sartori. Que vaya, que vaya: yo necesito estudiar y debo estar solo.

Bañan a Luciana y se pone su pijama de princesas. Hago una pausa para comer y meterme a Internet, Ella me acompaña y demora en comer como siempre, flaca distraída. Termino y vuelvo a las lecturas y un rato después Luciana abre la puerta con mucha confianza. Está preocupada porque no sabe qué hacer con una laminilla que ha encontrado de las figuras del futbol peruano de muchos años atrás: que lleva el nombre de “El adiós de Cachito”. Como el tal Cachito me importa poco estuve a punto de decirle que la vote a la basura pero se me antojo jugar.

Mira hazle caritas así, y esbocé con mi lapicero una barba hirsuta sobre un pelotero. Ja ja ja, Luciana celebra mi infantil ocurrencia. Luego le digo que continúe Ella con los otros jugadores, pero que lo haga en la sala que tengo que estudiar.

Ella accede a mi pedido. Antes de irse le pido mi besito y me lo da. Voy a cerrar la “reja”, Lu dice “reja” en vez de “puerta”: se ha confundido pero yo no la corrijo.

Avanzo tres párrafos y Luciana abre la puerta nuevamente: ahora qué quiere, pienso, no sé y pronto lo averiguaré. Qué más le hago, pregunta Lulia. No se me ocurre que otras pintas hacerle a esos jugadorazos del pasado pero le aconsejo lo primero que se me ocurre: hazle anteojos o rayas en la cara, como si le hubieran cortado bien feo, así a todos. Le gusta la idea y le pido que me deje estudiar. Ella demora un poco pero se va del cuarto. Cierra la “reja”, alcanzo a decirle. Ella me corrige: ¡la puerta!

Mis separatas brillan con el verde cocodrilo del resaltador, párrafos enteros quedan ensuciados por mi disminuida asertividad a la hora de seleccionar lo sustancioso del texto. Estoy observando eso cuando la puerta se vuelve a abrir. Es (quién más puede ser a esta altura de mi vida) Luciana con la laminilla entre los dedos. Me muestra cómo ha pintarrajeado las otras caras de varios jugadores y luego pregunta qué más le hago rei. Otra vez no sé qué decirle pero lo primero que viene a mi mente me funciona de nuevo:píntalo así, le digo mientras le cambio el color al uniforme blanquirojo de la selección por una combinación de roji-verde-cocodrilo que consigo con la ayuda de mi resaltador. El uniforme queda mejor, restalla más que el peruano, aunque el país que ahora representa puede ser tranquilamente los Emiratos Arabes Unidos, Costa de Marfil o la correlona Nigeria, no sé.

Animada se retira Luciana y no cierra la puerta. Luciana no has cerrado la reja, grito. Ella se toma su tiempo, como toda una dama, viene y me dice ¡no, oye, es la puerta! Y me deja solo de nuevo. No se nota pero estoy mansamente enfurecido: ¿por qué mejor no la boto del cuarto cuando entra?, pienso maquiavélicamente. Yo soy su mayor y tengo que hacerme respetar, además estoy estudiando y no me puede interrumpir tanto, sigo, sin creer una pizca de lo que digo: hablando poseído por el espíritu de un Príncipe caprichoso o creyéndome un Rey que no voy a ser nunca.

Así pues, entiendo que mi vida miserable no podrá combatir contra los primaverales cinco años de Luciana, que Ella es un alma inocente y pura que es difícil de violentar molestándome. Y si así lo hiciere, pues contaminaría con rencores apresurados el corazón de mi hermana menor, un corazón que yo supongo tiene la forma de un rico garbanzo. Ella no conoce los apuros en los que me pone la vida y creo que yo no debo si quiera mencionárselos a tan temprana edad. Mejor, vamos a jugar y ya la vida conspirará contra ti, hermana mía, como a veces lo hace contra mí. Ahora vamos a jugar.

Dos párrafos más adelante, vuelve Luchi, flaca distractora. Mira rei mira, me muestra la última actualización de la laminilla: Una cruz en la camiseta de uno, un corazón en el short de otro, una máscara como Spiderman en el que está hincado, una luna al costado del que tiene un sol, una equis en el cuello del suplente. Y a los niños les ha rayado la cara sin asco. La figura está arruinada y por eso mismo ha quedado perfecta, el arte no concebirá nunca algo como lo que mi hermana ha hecho esta noche: debemos pegarla en la puerta del cuarto o tomarle una foto para que quede en el recuerdo. ¡Fantástico hermana!, exclamo, ahora voy a continuar leyendo, termino por decirle. Pero es tarde y tiene que dormir, ya se le nota desganada, con sueño y se queda en el dormitorio conmigo.

Así que sube a su camarote y se despanzurra sobre el colchón, pero me sigue hablando bocarriba. Le pregunto un par de cosas y me entra la curiosidad por espiarla, a ver qué está haciendo: no nota que estoy mirando como hace la bicicleta con sus piernas mientras golpea ese cartelito con el significado de su nombre que le hice el año pasado. Como no notó tampoco que estaba interrumpiendo mis momentos intelectuales. Pero no es la única a la que se le escapan las cosas: a mí, a veces se me olvida que necesito sus bienvenidas interrupciones, que ellas salvan mi vida del blanco y del negro. Vamos a jugar.

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Actuación. Esta semana complicada, Luciana hizo que me mueva un poco. Es de madrugada en Lima (momento perfecto para postear) y en unas horas Luciana bailará “El Ritmo Vueltas”, de desconocido autor, por el día de las madres que es el domingo. De todas maneras, la canción empila. Con este video, Luchi quedó pegada practicando los pasitos que más tarde lucirá ante mi mami. Por supuesto, esa coreografía del video está mal, según dijo Luciana, que conoce los "verdaderos pasos".



Y el 15 de mayo, Drexler en Lima: vamos a volar con los sonidos.

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