lunes, agosto 25, 2008

Desaprobadas

"Cuando amanezca voy a ser tu mamá"
(Luciana, 4 años. Una de sus lindas amenazas que me susurra al oído antes de dormir)



Odio las “novelerías” de las que los niños se hacen partícipes con su forma tan light de ser, especialmente la de Luciana. Y es natural porque ellos van por la vida mirando, copiando, y gozando luego de hacer suyas las más impensables bufonerías. A mí no me gusta ver a Luciana bailando perreo, repitiendo comportamientos de su primo Oscar Eduardo o dibujando lo que, y sólo lo que le enseñó su miss Juanita. Por eso trato de buscarle siempre su lado revolucionario.

Una de las que yo llamo novelerías es lo que esta noche pasó: Luciana cogió un lápiz labial, que le llaman, untado con una especie de barro y empezó a repasarse los labios que iban quedandole color granate. No sólo se pintó los labios sino que también los alrededores de su boca inmaculada que ya dejaba de serlo.


- ¿Por qué te echas chocolate en la boca? – le interpelé.
- Noo es chocolaaate, es pintaboocas.
- ¿Y para qué te echas eso?
- Nooo, es es sólo por un raato.


Me hace recordar a mi hermana mayor, Romina, cuando niña. Ella era peor: joyas encima, maquillaje luego de horas en el baño -para despintarse antes de salir del mismo-, se colgaba los trajes mas irresistibles de mi mami, cantaba en medio de la quinta en la que vivimos; y muchas otras novelerías más a las que sometía a su cuerpo. Unas cuantas eran penadas por mi padre que le decía: “novelerías haces!!”. Y yo seguía a mi padre en sus apreciaciones de la vida.

Hoy ya no condeno tanto esas prácticas de las niñas de la casa, las respeto y trato de divertirme junto a ellas. Hay que dejarlas ser para que cuando grandes sientan, como Romina, que ya conocen ese lado “novelero” de su vida, guardado en el pasado, y que alguna enseñanza sacaron de esos tiempos, por ejemplo, que ya no lo volverán hacer o lo harán cuando nadie las vea y pocas veces frente al espejo. Tal vez hay niñas que no pasaron por ese trance y si es mejor que no lo hayan pasado, no lo sé, pero sería una discusión interminable ya que las condiciones de la vida son incondicionadas (te puede tocar una familia ultra-roquera, o una de padres bohemios, o lo que es peor, de padres empresarios o emos, lo que sea, nadie lo decide). Otra costumbre que puede pasar como normal (todas las niñas “lo quieren” hacer) es la de jugar con barbies: peligrosísimas son.

Haciendo una encuesta con una pequeña muestra de ocho chicas peruanas, una que otra ciudadana del mundo, encuentro que en la mayoría esta fiebre comenzó a los 7.28 años en promedio, lo que las aleja por tres años de la inexperta Luciana. Esto fortalece la teoría popular ya probada de que “qué rápido crecen los niños, vecina”.

Tuve que embestirlas con la pregunta: ¿Te acuerdas cuando eras niña? Todo fue por el chat así que tuvieron suficiente tiempo para dar las respuestas alturadas que compartiré acá. Además, para que no se dieran cuenta, y fueran rigurosas en sus respuestas, les dije que era para un trabajo de la universidad. En los casos de un par de amigas avispadas que no me creyeron eso último les tuve que decir que estaba seduciendo a una chica de 15 o 16 años y necesitaba la información. Se quedaron contentas, diría que tranquilas. En esas fechas este pequeño bloJ aun no había sido alumbrado, aunque sí ya estaba preñado yo de él. La limpieza de la siguiente información, como muy afanosamente quise, está garantizada.

Sheila me dijo que jugaba con sus primos a la escuelita y supuso que lo hacía porque tenía cierto grado de admiración por su maestra. En sus palabras:
Sheila......// vuelve a mi ....ya aprendi a bailar break-dance XD // dice:
admiramos a mujeres mayores y keremos ser como ellas /…/ es obvio no?

Rosita, la chica Sprite, tenía muy clara la edad en que comenzó sus travesuras pero también adecuadamente cimentados los valores que le inculcaron cuando niña, aprendió y no olvidó. Vales un Perú, Rosa comprensiva. Así lo dijo:
•°¤*(¯`°( Ŗø§Ĭţẳ )°´¯)*¤ enviado 22/06/2008 11:20 p.m.:
uhmm...dcir las cosas como son


Diana, muy segura me dijo que sí se acordaba cuando era niña y añadía chistosísima...
nose2 dice:
xD /…/ xq? /…/ tu no? /…/ =0


Lucero, salsera YouTuberesca, recordaba con mucho cariño a su ex empleada que le enseñó a bailar como las bailarinas de “Maria Pía y Timoteo” (desaparecido programa infantil peruano) y como el nada menos desaliñado Vicosí. Fue así:
● me cambiaste la vida ● ﺕ dice:
MI EX EMPLEADA ME ENSEÑABA A BAILAR /… / JAJA
O ... Candlelights ... O A por ella... La EurO... dice:
jajaja ... y xq le dejabas q te enseñara eso?
● me cambiaste la vida ● ﺕ dice:
JAJA PORQUE DESDE CHIBOLA ME GUSTABA BAILAR /… / d:

Lorena, que no se acordaba mucho, primero me dijo que era de las niñas independientes para luego confesar que veía novelas junto a su mami y se ponía sus ropas. Era, entonces, independiente y melosona. Qué rica.
lo dice:
solo se que era una niña muy sola / … / desde xikita siempre me gustaba apartarme de todo / ... / algo asi como independiente

Leydi me contó una historia que me impactó y me hizo dar cuenta de lo terribles que pueden ser a veces las amigas –que le recomendaban novelas porque viéndolas "aprenderías a besar", decían ellas–. Le echa la culpa a esas novelas y a esas amigas de arruinarles el primer beso con un chico guapetón pero manipulador –la ex de este chico le hizo "el bajo" con Leydi–. Fue así:
......... LEYDI ......... dice:
una amiga me decía / … / q el besaba bien ( xq era su ex...y q no se q) / … / y q siempre le decia q me keria besar / … / y ella supuestamente lo estaba ayudando


Katty y Gianina estaban apuradísimas así que sólo pude arrancarles unas cuantas respuestas.

Todas ellas han sido severamente ordenadas en el siguiente cuadro(dale clic para expandir):



Agradezco a todas ellas por el tiempo que seguro creyeron ocioso respondiendo mi test. Ha sido inútil porque no he sacado ninguna conclusión del intento, que he creído hacer, de mezclar sus vidas tan peculiares para sacar porcentajes ridículos. Qué creencia la mía. Sólo ruego a Dios, si existe, que alguna de ellas se anime y me lleve algún día a ver el azul del mar.

Luego de ver esas respuestas, yo, firme y en silencio, deseo que Lucianita no se contamine como éstas mis amigas locas. Inevitable será que así como no quiero, pase.



Mira dónde salimos, Lu. (m. 1:46)



postD. Este viernes 29 de agosto, nos vemos en la premiación a los mejores blogs peruchos. Esta bitácora, segun información fiable, estuvo cerca de quedar en el último lugar.

lunes, agosto 18, 2008

Lo que nos quitan

"No, no aplaudas porque tú no estás allí"
(Luciana, 4 años. Y mi tío aplaudía, frente al televisor, el gol del Burrito Mariño)
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Muchas horas después de aquel inesperado paseo de domingo, frente a la televisión que no traía el gol, este novel bloJer había de recordar las escenas desgarradoras de una nena de cuatro pidiendo cuentos, aquella tarde remota en que mi padre nos llevara a conocer las aceitunas verdes del Olivar.

Fuimos a ese parque, verdadero pulmón de San Isidro, cogimos una aceituna para enseñársela a mamá al regreso. Luego arribamos al Parque del Dragón. Desde él se puede ver el litoral en toda su suciedad (no por la coloración marrón sino por los restaurantes), vista que no tuvimos porque ya caía la tarde; pese a eso, el paisaje conservaba una presentación elegante. Había, además, un barco camaronero, como el “Jenny #6” de Gump, para que se suban los niños y los grandes. Tal vez no se llame Parque del Dragón sólo porque tiene un tobogán en forma de Shen-long pero es el nombre arbitrario con que lo bauticé para mejor recordación de Lu. Y, detalle que no debe pasar desapercibido, había un baño y estaba limpio.

Terminamos en la librería Crisol del Ovalo, adonde supuestamente habíamos ido para comprar un par de libros de Valentino y el Clan del Can que estaban a 6 soles cada uno, pero cuando llegamos nos dimos con la noticia que estaban agotados. La sección infantil de la librería parece una cueva y está bien alfombrada. Parece que los que la decoraron intuían que, muchas veces, los padres astutos caen por ahí con sus hijos para leerles la mayor cantidad de historias que puedan mas no para comprárselas y para eso necesitan un piso abrigador. Yo no he llegado todavía a eso, suelo ir yo solo a leer cuentos, memorizarlos y contárselos a Lu en la noche. Ya en la cueva, Luciana se enamoró de dos cuentos que sumados salían 100 soles y mi viejo no tenía previsto gastar ese dinero ni lo tenía (el susto sería mayor cuando nos enteramos que la cochera costaba 7 soles la hora). Estuvimos dos horas tratando de explicarle a Luciana que no se podía pero sin decirle que no teníamos el dinero para comprarle esos dos cuentos. Porque los niños no entienden las cuestiones del dinero y si las entendieran sería un obstáculo para ellos dejar de hacer cosas porque falta dinero. Además, la hipotética escena de salir de Crisol sin haberle comprado un libro luego de llevarla para eso era cruel ya que Luciana iba salir llorando de allí (porque ya en Crisol mismo estuvo a punto de vaciarse en lágrimas cuando le demorábamos con paternales tretas sucias para que abandone sus libros de 100). Pero el roche que eso provoca no es tan importante como el dolor de una promesa rota, que significaba, si nos ponemos trágicos, la confianza perdida, el mal rato en la librería, lágrimas en el auto rumbo a casa.
Quería hacerle escoger cuentos del Quijote o el Principito correctamente ilustrados pero a ella no le importaban mis gustos tan arcaicos (los clásicos, que yo mismo no sabía de dónde me salía el convencimiento para recomendárselos sin haberlos leído). Como los veía con muchas letras prefería los de Mickey Mouse o los de un cuento en el que podía “vestir!” a los personajes con estiqueres de cartón que le venían en el mismo cuento, quería libros con mas dibujo e interacción. Fue así que vencimos a la niña y logramos que Luciana se llevara un cuento de las princesas de Disney que estaban a un precio que dejaba más abrigado el bolsillo de papá. Los dos libros a los que se aferraba habían desaparecido místicamente mientras ella seguía buscando más textos en esa especie de paraíso de páginas impresas con fantasía. Nos dieron de regalo un separador de hojas que rezaba: “Regrese pronto… (pero no sólo a esta página, claro)”. Cruzamos por el túnel que da al Ovalo, bajamos dos sótanos, encendimos el carro y salimos de ese laberinto. Por la radio se escuchaba el relato de un partido de futbol.
Llegamos a la casa, prendí la televisión para ver el sibilino partido de Perú con Colombia por las eliminatorias rumbo al mundial 2010. Dejé que Luciana juegue con su cuento que venía con una tonada incorporada que Ella escuchaba maravillada. Adopté la actitud de “por hoy ya he cumplido con Ella y ahora no me molesten que quiero ver el futbol”. Al final, peruchos y colochos empataron 1-1, en un partido emocionante pero pobre técnicamente. Yo terminé casi llorando. El futbol te puede hacer reír o te puede hacer llorar (o serte indiferente), en el “verde” se suspenden las leyes de la realidad, todo está permitido y todo está al revés. Me dejo llevar por esa pasión desenfrenada. No voy a decir que no vale la pena dejar a tu hermanita por un mísero partido de una selección de futbol que no puede ganar hace tiempo porque eso ya pasó; y que juega mal: eso sí lo digo. Ni tampoco diré que odio a Chemo por decir que el patriotismo (o la falta de él) es una tontería para analizar el futbol que (no) hizo su selección, al contrario, qué bueno que no se refugie en eso y asuma su propia responsabilidad.
De todas maneras, sí me chocó que Perú no pudiera ganar. Debería estar acostumbrado a tal resultado porque siempre es el mismo pero no, yo renuevo mi fe en cada partido. Yo siento que si Perú juega con Argentina, Brasil, España o cualquier otro peso pesado del mundo, mis ganas y deseos son tan altísimos como cuando Luciana se convence de que le compraremos los libros. Así, el futbol y los cuentos resultan ser nuestros sueños inmediatos, de los cuales despertamos demasiado tarde para ganarlos. Seres perversos, que muchas veces resultamos ser nosotros mismos, nos los roban.
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Miren a Chemo, miren la boca, observen... pero, tranquilos, no se escandalizen que Luciana me dice peores cosas cuando está molesta. Si me lo merezco, o no, ya queda en mi fuero interno.



Para cerrar con broche azteca, la mejor canción del grupo mexicano Panda (justamente porque no es de ellos). La letra original, venida del mismo país, es del ´Principe de la canción´ José José: Lágrimas.

lunes, agosto 11, 2008

Libertad en suspenso

"oye ya no soy bebe soy niña grande"
(Luciana, 4 años, argumento para buscar su independencia)
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Las pocas veces que fui a los juegos laberintescos de los restaurantes de comida rápida, casi siempre encontraba a un niño o niña que me caía antipático(a), o porque me decía no, eso no se hace o porque niño sal de aquí ¿no me ves que estoy pasando? ; Se creían los dueños de los juegos. Estaban también los que no querían jugar con nadie. Eran ellos solos y, claro que se les agradecía el abandono, pero siempre en esos juegos se producían roces, embestidas y situaciones que llevaban hasta al escupitajo, dada la naturaleza peleandera de los infantes, por lo que uno no estaba solo por más que lo deseara, era uno y sus peleas (visitar el KFC de Plaza San Miguel en hora punta para comprobarlo). Y para evitarlas, en caso hubiera querido evitarlas, hacía alianzas con otros niños e íbamos juntos a la aventura de descubrir esos parajes enmallados, fuera de los cuales esperaba papá o mamá hasta la hora de irnos, es decir, hasta la hora en que se cansaban y decidían que por hoy, con ustedes hijos, no habría más diversión. Ellos difícilmente la encontraban sentados esperándonos.

Cierto día del frío junio, fui a las diez de la mañana, apenas me desperté, a concluir mis trámites de “antecedentes policiales” porque es un requisito que me pide la agencia que me llevará gentilmente a EEUU a trabajar y divertirme. Sólo debía tomarme la foto y listo. Se imprimiría mi rostro en un papel en blanco porque, como ya intuirán, no he tenido percances mayores, ni menores, con las autoridades de mi país (que no han sabido detenerme por mis delitos ya que me escabullo cual serpiente de montaña). La señorita policía (con mención en fotografía penalística) de la comisaría, para la que posé seriamente, me dijo: por favor, colabore y ponga cara de preso, nos reímos. He tenido mejores fotos, además la tinta no secó bien y salí “cachetón para abajo” –el “cachetón para arriba” es un cachetón sonriente, ganador–.

Luego fui a Kodak para otra sesión de fotos. Ésta si debía salir bien porque era totalmente seguro que un gringo empleador vería mi rostro candelejón. Estaba obligado a poner mi mejor sonrisa y ya no esa displicente que ensayé en la comisaría. El señor que me atendió se excedió en el precio pero no quería demorar más el trámite buscando otra Casa de Fotos así que pagué lo que pidió con su sonrisa desdentada. Había planeado llevar a Luciana. Ella me haría reír en esos segundos tan humillantes que hay desde que te esmeras en altivar el rostro, la columna y los cachetes, mover la cabeza a la sazón del fotógrafo que más parece un arquero ordenando su barrera antes de un tiro libre de Cristiano Ronaldo, esperar el flash y una vez disparado éste acercarme a ver en la cámara digital la foto para discriminarla o no como la elegida que el gringo empleador en sus manos tendrá. Con Luciana al frente, la sonrisa sale espontánea sólo con verla a Ella y no ver al pajarito en el que, según el viejo fotógrafo, se había convertido su mano izquierda. Pero no se pudo porque tiene clases a esas horas de la mañana.

Tenía que volver dos horas después a recoger mis fotos reveladas y esta vez sí fui con Luciana. Habíamos discutido al salir de la casa pues ella insistía en llevar su bicicleta. Yo le decía que no, que era muy lejos, que las pistas estaban malas y que yo no iba cargar su bicicleta porque estaba cansado. Claro, con la delicadeza que le corresponde a mi hermana menor. En la negociación consiguió que le ofreciera pasar por los juegos de Metro luego de recoger mis fotos. Igual, se negó a soltar su móvil. Ella terca, entonces me voy solo, chau –le dije y la dejé-. En la reja me alcanzó y me pidió que la espere porque iba a recoger su pomo de agua. Lo recogió, hizo pis y salimos abrigados a recoger las fotos.

En el camino le mostré el lugar donde había capturado el saltamontes que en casa bautizamos como Saúl. Saúl el saltamontes tuvo que ser confinado a un táper de mermelada transparente y ubicado, para su mejor vista, en nuestra ventana. Táper que fue su celda hasta los últimos días en que tintineó su plexo mostaza y alado, pero no se puede quejar porque murió en cárcel de oro, fue su comisaría personal, y no habían fotógrafas jodiéndolo. Saúl perdió su contrariada libertad al mediodía, en circunstancias de quietud impasible y desconcertante, pues yo tenía la intención de mostrárselo a Luciana, porque enseñarles cosas raras a los niños es una práctica placentera tanto para ellos como para mí. Que Ella le pierda el miedo que yo sí les tengo a los insectos.

Una vez en Kodak pagué lo que faltaba de la cuenta y me entregó mis ocho fotos tamaño pasaporte y mis seis fotos 5x5cm que, milagros que no sabemos explicar, habían salido bien, según lo que me dijo Luciana. Fue así:

- ¿Que tal me veo? ¿Te gusto?
- Sí, está bien.

Los niños no saben mentir, punto a favor… pero yo he aprendido a desengañarme sin dramas de por medio. Empecé a buscarle rápidamente los defectos a las fotos. Había salido con el usb colgando, la casaca azul de siempre, el polo marrón a rayas al que no me puedo resistir así lo use con vestimentas que no combinen, el peinado intringulisado con mechones levantándose disparatados, pequeños puntos rojos entre la nariz y las comisuras de mis labios, el círculo que se forma en mi mentón rasurado y sólo se veía la oreja derecha. Son detalles que muchos nos empecinamos en observar, llegando al extremo de obligar a algún inocente amigo a que las reconozca con nosotros, aun asegurándonos éste que no ve nada.

Fuimos a los tan mentados juegos de Metro. Bajamos por la rampa donde, se supone, circulan los carritos de metal. Había un niño jugando y su mamá esperándolo. Se persiguieron hasta cansarse, los juegos no tenían el espacio suficiente para que desplieguen su energía pero estos lo hacían imaginándose en palaciegos juegos. El niño le decía, sube, este es mi cuarto y acá esta la tele, échate. Lo hacía refiriéndose a la parte más alta de esos juegos, donde yo no alcanzaba a ver bien lo que ocurría. Luciana le decía que NO pero el niño insistía y Ella otra vez que NO. No creo que el niño haya tenido una intención morbosa, a tan corta edad no conocen las veleidades de los mayores, o tal vez sí (habrá que consultar eso en algún libro de Freud). Luciana siguió firme en no aceptar y volvieron a perseguirse.

Unos minutos después, la mamá del peligroso niño, que estaba sentada a mi costado, se levantó para coger los zapatos de su hijo. Lo llamó, pero él no se acerco. Lo persiguió. Lastimosamente, pudo atraparlo rápido –cuando demoran en que sus hijos les hagan caso es más gracioso- cuando él corría. Luego de un forcejeo leve lo controló y llegué a escuchar:

- Vamos ya. Vamos rápido o te voy a dar con palo en la casa ah!
- Noo, nooo –se aterró el chico.
- Ah ya, entonces vamos pues! –y desaparecieron.

Ahora entendía un poco más a ese niño. Luciana otra vez estuvo sola en esos juegos que habían vuelto a ser grandes y aburridos para Ella, esperando la llegada de más compañeros de juego. Llegaron unas niñas y empezaron de nuevo.

Mientras tanto, yo contemplo mis fotos, esperando que no sea un empleador gringo el que las vea, sino una empleadora gringa. Lo que abre mayores posibilidades de asegurarme el trabajo honrado que nunca tuve en mi país, más allá de ser un bloJer que documenta la vida de su indefensa hermana menor.
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Video homenaje a Saúl el saltamontes, un preso de nuestra libertad. La notable letra es de Andrés Calamaro pero la voz de Fabiana Cantilo es deliciosa.

lunes, agosto 04, 2008

Paseo en el malecón

"Taca, taca, ta-ca" (Luciana, primer sonido organizado que emitió, y que mas se entendió, en sus primeros meses)



Aqui esta la versión original que apareció en el Cuaderno viajero:



Una tarde nublada de mayo, de ésas que anuncian que el frío llegará pronto y lo hará con furia, Luciana y su hermano reiner caminaban rumbo al paradero, para esperar el microbús que los llevaría a un parque de Barranco. Sabían que debían tomar el carro blanco de rayas azules pero no conocían el parque que buscaban, en el que encontrarían muchos otros niños de varias edades, pesos y medidas diferentes a las de Luciana y su hermano, dos niños más. Todo lo cual le daba a este paseo ribetes de aventura y helados aires que presagiaban travesuras por cometer.

Ella lo cuenta así:

“El paradero estaba muy lejos, allá por Metro, y cuando llegamos no habían asientos para esperar el carro que se demoró muuucho. Cuando llegó, nos sentamos detrás del conductor, porque los asientos reservados para mí ya estaban llenos de viejitos. Mi hermano se quiso dormir pero yo le dije que no lo haga porque, sino, yo no iba saber dónde bajar. Como Barranco es pequeño. sólo había que buscar un parque con muchos niños dibujando. Lo vimos. Eran dos filas con papelotes larguísimos, pegados al suelo y con estuches de crayolas. Cogí el espacio que me correspondía y me puse a dibujar árboles, flores, un sol alegre, una nube triste porque el sol la quemaba y en medio de todo eso mi mami y yo.
A mi costado había un chico que su papá no lo dejaba solo y le repetía y repetía cómo debía hacer su dibujo. Yo pensé: Felizmente mi hermano sólo me pasa las crayolas que le pido.

No sabía que más dibujar y me aburrí. Mi hermano, tan calculador él, sabía que eso pasaría, así que me llevó a una Casa de Dibujos, pero de dibujos extrañísimos que tenían forma de nada y sólo se distinguían sus ojos: no tenían dos como yo sino que 3 ó 4, como los monstruos, o como mi hermano.

Volvimos al parque para sentarnos frente a mi dibujo y comer las golosinas de mi pequeño cofre de comidas. De pronto, miré bien el dibujo y ¡oh sorpresa! Ya no era el mismo. Yo sólo había usado la mitad de mi hoja, por lo que un niño extraño(o, tal vez, niña extraña), había pintado la otra mitad sin pedirme permiso. Había vomitado su creación sobre la mía. Había rayado el sol, había dibujado más nubes (seguro para que la única que yo dibujé no se sienta sola). A mi mami le puso bigotes y a mí un skate bajo mis pies. El dibujo estaba arruinado y yo no me podía aguantar: Lloré.

Mi hermano me dijo que no me preocupara por el dibujo, que el pobre niño seguramente llegó tarde y no encontró más espacio que el que yo dejé –sin intención de compartirlo- y que bien mirado el dibujo ahora estaba más gracioso porque los apuntes del niño le habían hecho cobrar un vigor peculiar que no tenía. Yo no le creí. Así que para olvidarnos de eso me compró unos chocolates y me llevó a ver las palomas.

Había cientos de ellas que recibían el maíz que las personas buenamente les lanzaban. Vimos a un señor que esperaba a que se junten muchas palomas, las asustaba y en medio del pánico palomillezco atrapaba un ave, que se apuraba en esconder en una caja de leche Gloria. Luego, yo, para no acercarme a las palomas, les gritaba un poco de lejos o les hacia bulla con mis pasos: ellas alzaban vuelo. Cuando de repente una señora ya mayor me dijo que no las molestara tanto y yo me fui donde mi hermano pero sin darme cuenta tropecé y me golpeé fuerte la rodilla. Mi hermano se apuró en recogerme, frotarme y soplarme donde me dolía. Y así, los dos sentados en el suelo escuchamos la voz tenebrosa de la mujer protectora de palomas que decía, con su sabia experiencia, “¿ya ves lo que pasa por molestar a las palomas?” Mi hermano echo a reír porque para él molestar palomas no tenía que ver con que yo me tropezara.

Dejamos a la señora y nos fuimos caminando por el malecón hasta cruzar la calle Armendáriz donde, cuadras más allá, en el Parque Salazar, nos esperaban juegos como los de Metro. El camino era largo y mi hermano me subió a su espalda de tanto en tanto, ya caía la noche, descansamos en un parque, dando volteretas y, en otro, mirando atentos como unos niños de pañoletas azules construían una casa con palos de madera, mi hermano me dijo que eran ´boy scouts´.

Por fin llegamos a los Juegos y, aunque era de noche, me subí varias veces. Conocí un amigo con el que hacíamos carreras en la arena para ver quién subía primero, mientras mi hermano esperaba sentado. Luego, él llamo a mi papi para que pasara por nosotros pero éste no pudo, así que, cerca de las nueve de la noche fuimos al paradero a esperar el carro blanco de rayas azules que nos llevaría a la casa, donde me esperaba mi suave almohada de Mickey Mouse”

No queríamos viajar aplastados en ese micro. Queríamos el confortable carro de mi padre. Pero ahora no importaba el mundo. Los dos estábamos agotados y solo podíamos dormir y cuidarnos hasta llegar a la casa. Así, juntos y esperando aventuras, es como siempre vamos a estar. Luciana dio un gran bostezo, se venció sobre mí y empezó a roncar.

[Ilustracion: La Rumba, demostrando sus dotes en el Paint]




pD. A los pocos lectores empedernidos de esta capilla narrativa les agradesco el invalorable empuje que le han puesto a sus votos; la categoría queda a su irrestricto deseo. Eso si, el play station es solo para Lu.

 
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