"Yo no quiero que tú manejes porque tú te vas a chocar"
(Luciana, ¡¡eso es conocerme caracho!!, tener conciencia de que estoy negado para el automovilismo)
Dejamos la acción antes de subirnos al auto. Estábamos sentados en el asiento trasero del carro. Íbamos a acompañar a papá a guardar el carro. Luciana no quería que yo maneje porque un día por el Parque de las Leyendas yo prácticamente hice saltar el carro en un rompe muelle y Luciana, que iba atrás, por la inercia quedó de cabeza donde se supone que van los pies. Desde ese día tiene miedo que yo maneje porque me voy a chocar, Ella lo sabe y yo no le quiero creer.
Yo he tenido miedo de manejar. Cuando robaron mi bicicleta me quede traumado por un tiempo, no quería ni pasar al costado de alguna por miedo, por los recuerdos. Y cuando empecé a agarrar el carro fui continuamente “bautizado”. Con “bautizado” me refiero a los choques; y es que Lucianita no está tan lejos de la realidad cuando me expresa sus deseos de que yo no conduzca. Así, todo cuentacuentos como me perciben, mis antecedentes registran ya tres choques oficiales y a la vez ridículos, dignos de ser considerados en la sección de bloopers del programa Auto 2006 y Auto 2007, años en los que se produjeron los choques.
Una tía mía dice que cuando una persona va al volante es cuando verdaderamente podemos ver su carácter porque se dan situaciones donde si no metes la cabeza eres una persona de reacciones débiles; por el contrario, si sabes sortear las situaciones con quimba, metes la cabeza y dejas atrás a otros intrépidos conductores, eres una persona de carácter fuerte. Yo he comprobado, gracias a las noches en que el carro es mío y gracias a las críticas de los amigos que me acompañan, que puedes afrontar, en tierra, las situaciones con resolución vigorosa o no, pero cuando estas aprendiendo a manejar somos nuevamente niños, tenemos miedo, respetamos hasta a los ticos y permanecemos con las manos al volante cuando un policía nos detiene.
Luciana también ha tenido miedo de manejar. Cuando le compraron la bicicleta que eligió, Ella, que se hace esperar, no quiso manejarla hasta mucho tiempo después. Tenía un poco de miedo, que se fue diluyendo en el proceso de aprendizaje. Ella no tuvo esos carritos que se empujan con los pies, fue directo a la bicicleta, eso tal vez explica esos meses de demora. Recuerdo la alegría en la casa cuando Ella ya podía dar una pedaleada, iba ganando fuerza en sus piececitos y las curvas más sinuosas las pasaba sin respeto. Es por lo que normalmente pasa un infante para aprender a usar su bicicleta.
Deliberamos y esa noche no manejé, así que estuvimos un poco juguetones e iracundos. Llegamos al grifo sin novedad. Cuadramos en el quiosco donde se arreglan neumáticos porque la frontal derecha tenía unos huecos que revisar por las dudas.
Aproveché para sembrar la duda en Luciana luego de que me dijo que habíamos llegado donde el “llantero”. Le dije que no se decía “llantero” sino “llantador”. Se puso a reír y no me creyó.
Yo me eché, descansando mi vientre sobre su espalda, Ella había quedado al filo del asiento trasero que compartíamos, y le dije No puedo ver la calle así que cuéntame que estás viendo, por favor.
Me dijo que estaban mojando una llanta en agua sucia. Le informé que estaban buscándole el huequito para arreglarla, por donde salen burbujas hay que ponerle un parche, le dije, juntando las palmas de mis manos para ilustrar mi enseñanza.
El señor mecánico usó la gata para levantar el carro por un lado. A Luciana le dio miedo ver el carro en esa posición, estando nosotros adentro. Ahí estaba yo para calmarla como pude.
Dejamos el carro y salimos a la tienda del grifo. Luciana me pidió una “Glacitas” de color negro, supongo que era de chocolate. Dejé que la saque y luego yo cogí la “Glacitas” marrón que, supongo, es de Toffee. Ella la vio y reconsideró su elección, transfugó sus deseos y dijo no, yo quiero como tú. Ja ja. Ok, y sacamos la galleta que ahora quería.
Salimos lentamente del grifo con el auto intacto nuevamente. Lo guardamos en el parque Borgoño y caminamos a la casa a guardarnos nosotros en nuestros aposentos.
Al día siguiente saldríamos, ahora sí yo manejaría aun contra la voluntad de Lu. A veces creo que su voluntad es una ficción, pero ella me mantiene el corazón como el aire que resiste a los neumáticos.