domingo, abril 19, 2009

Cuaderno Viajero: La crónica de Semana Santa


He pasado el fin de semana, la semana santa, tranquila. No ha sido un vía crucis como le pasó a Jesusito.

El jueves intenté visitar las siete iglesias pero había mucha gente y sólo entré a seis. Casi ni se podía caminar y volví cansada a mi casa. Al menos, en una de las siete iglesias deberían poner camas saltarinas o carruseles mágicos para que los niños de mi edad la pasemos mejor.

Todo el día en la televisión transmitían películas que no terminaba de ver porque eran muuuuy largas.

El viernes santo, almorcé con mi familia: era pescado porque en semana santa no se come carne roja. En verdad, a mi no me gusta tal carne por lo que parece que siempre estoy en semana santa.

Llegó la tarde y no había tiempo para ir lejos de casa, por ejemplo al campo o a cualquier lugar suficientemente alejado de la ciudad como para relajarnos en este viernes santo. Así que fuimos con mi papá, mi tío, mi mamá y mi hermano al Campo de Marte a jugar.

El Campo de Marte es un gigantesco parque ubicado en Jesús María. Todos los pastos están verduscos aunque no es recomendable pisarlos, ni jugar con la pelota sobre ellos: tienen barro y se pueden manchar los zapatos.

Sólo tienen que guiarse por la bulla para llegar a donde hay juegos mecánicos grandísimos, muchos. Eso hicimos con mi papá: fuimos corriendo hasta encontrar los juegotes esos. Antes, pasamos por un puente donde me tomé fotos.

Primero me subí a la “resbaladera inflable”, que debe tener otro nombre pero yo le digo resbaladera inflable. Mi papá pagó por diez minutos pero yo me quede más, estaba divertido, aunque al comienzo no sabía treparme para pasar de un lugar a otro. Por supuesto, había niños que se creían Sportacus y se lanzaban desde lo alto sin temor a perder, tal vez, una pierna o un brazo.

Luego, en la cama saltarina, encontré una pelotaza azul con la que estuve jugando. En un momento la boté fuera de la cama saltarina y mi hermano tuvo que ir corriendo a alcanzarla, antes que el señor cobrador se diera cuenta de que no habíamos pagado por ese juego.

El siguiente juego fue la Mesa-de-aire-con-disco-para-lanzar. Primero jugué con mi hermano que me estaba ganando, luego a mi mamá le metí un gol y al final mi papá cogió la paleta y le hizo otro gol a mi mamá.

Esperé a que el Carrusel terminara de dar vueltas para subirme, demoré en subirme porque no encontraba el animal ideal, el que me gustara. Por fin elegí un caballo blanco y todo empezó a moverse. A cada vuelta que daba, mi hermano me tomaba fotos y más fotos. Mi mamá también hacia lo propio desde otro rincón, así que tenía que posar demasiado.

Para el último juego de la tarde, debía elegir entre los carros chocones y el trencito, porque no se puede tener todo en esta vida. ¡Bah! Los carros no me llamaban la atención y subí feliz al trencito con mi hermano que casi no entraba en nuestro vagón: cogimos el primero, fuimos los pilotos.

Sin ir muy lejos del Campo de Marte, caímos un rato donde la vendedora de picarones, que son como esponjitas fritas y re-suaves. Pedimos muchas porciones y terminé el viernes santo con dedos empapados con la miel de los Picarones.

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A los pocos fans. No es verdad que lo que acaban de leer lo pegamos al C.Viajero. No así, enterito. Por motivos que responden a la estética, la hermana Romina, más correctora que nunca, suprime algunos pasajes, pues ordena muy bonito cada parrafo en cuadritos de colores y de formas variadas... y, al final, no alcanza todo. Me he resignado a que mi hermana mayor me ponga esos límites editoriales: no se tiene todo en la vida, amiguis. Pero a este bloJ-recuerdo siempre vendrá mi versión: el post en bruto.

Google. Existe mucha gente (del Perú y de fuera del Perú) que llega a esta ventana buscando una ayuda acerca de qué es el C.Viajero, o ejemplos de cómo hacerlo. Entonces me doy cuenta que el C.Viajero es una tarea que se viene extendiendo a nivel mundial (a costa de la preocupación de los viejos). A esos navegantes que me envía el Google, desde mi poca experiencia escribiendo cuadernos que viajan les aconsejo, si es que han llegado al rincón de este post (y se los agradezco), contar episodios divertidos, sea en primera o en segunda persona, y no necesariamente de eventos espectaculares, como el que acaban de leer que salió cuando pensé que nada saldría. Y, eso sí, no sean melosones, jodan un poco a la profesora que luego lo leerá. Para contar algo en los C.Viajeros no necesitan romperse la cabeza, basta con pasar una tarde con los nenes, prestarle toda la atención del mundo y descubrir cosas fascinantes de ellos. Van a ver que luego ya no pueden despegarse. Siempre las hay, pero para algunos es dificil reconocerlas. El Reinercito del pasado era de esos últimos.

Picarones. Lee en el bloJ de Lidiezita qué son los ricos Picarones.

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